La Vida en la Capital: Un Nuevo Hogar y un País Convulso
Por Ricardo Peltier San Pedro
Al llegar a la capital en abril de 1929, mis abuelos Eduardo y Kathleen, junto a sus hijas Catalina y Alicia, echaron raíces en el número 149 de la entonces Avenida del Hipódromo, hoy conocida como Avenida México. Era la moderna y arbolada Colonia Condesa, un barrio que ya desprendía un aura de elegancia y efervescencia social en la Ciudad de México, atrayendo a una parte de la nueva élite posrevolucionaria.
Dos años más tarde, la familia se mudó a una casa cercana, en el número 246 de la calle Ámsterdam, un hogar que sería testigo de incontables momentos familiares. De esa casa, mi madre, Catalina, saldría en 1936 para casarse con Rodolfo, mi futuro padre. Años después, en 1952, mi tía Alicia partiría de ese mismo hogar para unirse en matrimonio con Tomás Córdoba Sandoval, un médico psiquiatra. Antes de casarse, y en un acto de profunda humanidad, Tomás se sumó en 1946 como voluntario a las misiones de socorro y reconstrucción de la Administración de las Naciones Unidas para el Auxilio y la Rehabilitación (UNRRA) en Alemania: un telón de fondo de escombros y esperanza tras el fragor de la Segunda Guerra Mundial, reflejando el espíritu de reconstrucción global de la posguerra.
La toma de posesión de mi abuelo Eduardo como tesorero de la Cámara de Diputados en abril de 1929 lo sumergió de lleno en un mar de intrigas y tensiones políticas. El país vivía momentos de gran incertidumbre tras el asesinato del general Álvaro Obregón en julio de 1928. Obregón había sido reelecto y era considerado el heredero natural del poder, por lo que su magnicidio desató una alarmante lucha entre las diversas facciones de la clase política y militar posrevolucionaria.
En este convulso escenario, su paisano y amigo de juventud, Emilio Portes Gil, asumió la presidencia interina de México el 30 de noviembre de 1928, apenas cuatro meses después de la muerte de Obregón. Antes de esta responsabilidad, Portes Gil había sido secretario de Gobernación en el gabinete de Plutarco Elías Calles, quien se convertiría en el "Jefe Máximo" de la Revolución. Aunque Calles se había retirado formalmente de la política al terminar su periodo presidencial en diciembre de 1928, en los hechos seguía dirigiendo el rumbo del país, siendo un auténtico primus inter pares y ejerciendo un poder considerable detrás del escenario presidencial durante el periodo conocido como el Maximato.
La presidencia de Emilio Portes Gil, aunque breve, fue fundamental para la consolidación del Estado posrevolucionario. Fue un período de transición en el que se sentaron las bases para la institucionalización de la política mexicana a través del PNR, se buscaron soluciones a conflictos arraigados como la Guerra Cristera (1926-1929), y se dieron pasos importantes en el ámbito educativo. A pesar de su autonomía formal, Portes Gil actuó en gran medida bajo la influencia y supervisión de Plutarco Elías Calles, quien era el poder detrás del trono.
De la visión de Plutarco Elías Calles surgió la idea de fundar el Partido Nacional Revolucionario (PNR) en marzo de 1929. El objetivo principal de este partido era ambicioso: institucionalizar la lucha política y resolver la sucesión presidencial por la vía pacífica, poniendo fin a la era de levantamientos armados que había caracterizado al país desde la caída de Porfirio Díaz en 1911. Se buscaba encauzar las fuerzas de la Revolución hacia un ámbito civil y ordenado, sentando las bases del partido hegemónico que dominaría la política mexicana por décadas.
Sin embargo, a pesar de la creación del PNR, la inestabilidad política no cesó de inmediato. El gobierno interino de Emilio Portes Gil enfrentó la Rebelión Escobarista, un levantamiento militar liderado por el general José Gonzalo Escobar, que buscaba desafiar el creciente poder de Calles y la recién formada estructura del PNR. Esta rebelión fue sofocada con el contundente apoyo militar de Calles, una demostración de su férreo control sobre las fuerzas armadas. De hecho, pocas semanas antes de que mi abuelo asumiera su cargo, esta rebelión ya había sido aplastada. La derrota de Escobar marcó un hito crucial: fue la última gran rebelión militar del periodo posrevolucionario, lo que subraya la importancia del PNR en la estabilización del país y la consolidación de un nuevo orden político.
Pascual Ortiz Rubio asumió la presidencia de México el 5 de febrero de 1930 y nombró a Emilio Portes Gil secretario de Gobernación, cargo que ocupó por un breve periodo, hasta el 28 de abril de ese mismo año, al asumir la dirigencia del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PNR. Más tarde, durante el gobierno de Abelardo L. Rodríguez (1932–1934), se desempeñó como procurador general de la República. En la administración del general Lázaro Cárdenas (1934–1940), ocupó durante varios meses el puesto de secretario de Relaciones Exteriores y, posteriormente, presidió por segunda ocasión el Partido Nacional Revolucionario. Al dejar la presidencia del PNR en agosto de 1936, se retiró de la vida política activa, aunque años después fue nombrado embajador de México en varios países, destacando su labor diplomática en la India.
Durante aquellos años de efervescencia política, la amistad entre mi abuelo Eduardo y Emilio Portes Gil se mantuvo inalterable, un lazo que también unía a sus respectivas esposas, Kathleen y Carmelita. En el corazón de la Ciudad de México, donde aún resonaban los ecos de la Revolución, mis abuelos se preparaban para celebrar un hito importante. El martes 21 de enero de 1930, a pocos meses de haberse instalado en su nueva residencia, organizaron una gran cena para conmemorar su decimotercer aniversario de matrimonio. El invitado de honor fue el presidente de México, don Emilio Portes Gil, acompañado por su esposa, doña Carmen García.
El periódico Excélsior, siempre atento a los vaivenes de la alta sociedad, relató con detalle aquella velada en su sección de sociales:
UNA ELEGANTE REUNIÓN EN LA CASA DEL SEÑOR Y LA SEÑORA SAN PEDRO
El señor Presidente de la República, su señora y los amigos de los esposos San Pedro
En la elegante residencia del señor Eduardo M. San Pedro y de su distinguida esposa, la señora Kathleen B. de San Pedro, ubicada en la Avenida del Hipódromo número 149, se efectuó anteayer por la noche una brillante fiesta social, que un numeroso grupo de amigos ofreció a la pareja para festejar su decimotercer aniversario de matrimonio.
Los esposos San Pedro atendieron a sus invitados con su proverbial gentileza.
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